Cesó la horrible campaña….

20 Junio, 2022

Por GABRIEL ARIAS

La sensación era ya de cansancio y hastío con una de las campañas políticas más austeras en propuestas que recuerde la historia y más centradas en los improperios mutuos a través de las plumas ligeras que pululan por las plataformas.  Sin embargo, tal vez, como nunca, esta campaña dibujó con trazos finos a nuestra sociedad: un colectivo amorfo ajeno al diálogo argumentativo y de reacciones viscerales cargadas de violencia. ¿Será que somos una sociedad violenta por naturaleza?... sigue siendo una pregunta por resolver.

La primera conclusión post electoral es que esta sociedad requiere un cambio profundo en el sentido de la educación. ¿Qué niños y niñas estamos formando en los hogares y en las escuelas? ¿Qué transformación educativa requiere el país para que recuperemos los valores éticos del respeto al otro, a la otra, a la diferencia, a lo público? Fortalecer la construcción de una cultura del yo social, del yo colectivo, del yo naturaleza, será la gran revolución que nos alejará del abismo al que nos dirigimos como manada. Ese sería el verdadero pacto colectivo por la transformación hacia los valores.

El escenario de anoche, testigo del discurso del presidente electo, fue una representación de nuestro país multiétnico y pluricultural con una carga de notorias simbologías. La más importante de todas, quizás, fue la figura de Francia Márquez. Estaba dirigiéndose al país como Vicepresidenta elegida, una mujer que encarna la exclusión ancestral de los grupos étnicos, una mujer negra, madre adolescente, desplazada y empleada de servicio doméstico, que supo ver en su lucha personal, la lucha de todo un pueblo y asumió así su compromiso de vida. A su lado, los rostros de afrodescendientes, mujeres y hombres, niños y niñas, que desde su anonimato tienen mucho que enseñar a esta sociedad sobre lo que significa luchar contra la injusticia, la discriminación, la exclusión social y contra un patriarcado anclado en una sociedad que ni se lo cuestiona. Ese colorido cultural en la tarima clamó a gritos que es la oportunidad histórica de que la sociedad se apropie de la sabiduría ancestral de nuestros pueblos indígenas, afros, palenqueros, Rrom y que la inclusión como pares no es solo un reto del nuevo presidente sino, fundamentalmente, de nuestra sociedad.

Otro hecho notorio en la multitud agolpada alrededor del presidente electo fue la ausencia de los políticos tradicionales que adhirieron a su campaña. Allí no estaban los Roy, los Bolívar, los Jattin, los Saade, para no mencionar sino unos cuantos cuestionados que fueron aceptados en las filas del Pacto por el cambio. ¿Fue una estrategia? ¿fue una actitud vergonzante?

El discurso, como siempre en Petro, fue elocuente, cargado de emocionalidad, pero un tanto disperso.  Tal vez, pesó la enorme sensación de verse siendo el primero en la historia electoral del país que es elegido siendo de izquierda y ex militante de un grupo guerrillero que se desmovilizó y le apostó por la solución pacífica del inveterado conflicto del país.

Del discurso de Petro destaco tres hechos como los más relevantes. Primero, interrumpió su intervención para darle paso a la madre Dilan Cruz, joven asesinado por el ESMAD en el marco de la excesiva represión a las movilizaciones sociales.  Ojalá este hecho signifique que el nuevo gobierno, a diferencia del actual, tenga capacidad de escucha y sepa comprender y atender el creciente inconformismo de la juventud que encuentra en las marchas la búsqueda de opciones dignas de vida.

Segundo, les envió un mensaje tranquilizador a los sectores económicos anunciándoles que va a desarrollar más el capitalismo en Colombia, “no se puede redistribuir sin producir” en perspectiva de una sociedad igualitaria.  Seguramente este mensaje expreso y contundente hizo que se enfundaran nuevamente los sables de quienes en ese momento estarían esperando la expropiación de sus bienes. Hoy se percibe cierta tranquilidad de los gremios, e incluso algunas voces de respaldo. Aquí uno de los grandes retos para un gobierno elegido por los desposeídos tradicionales. ¿Cuál va a ser el camino para superar las brechas de inequidad que tienen a más de medio país en la pobreza absoluta? De la forma como maneje este punto se mitigarán más estallidos sociales y la izquierda se quitará el sambenito de no saber administra lo público.

Por último, y tal vez lo mas preocupante del discurso del recién elegido mandatario, es el mensaje que le envió a la administración de justicia y a los organismos de control. Solicitarle al Fiscal General que libere a los jóvenes detenidos en medio de las protestas y solicitarle a la Procuradora General que restituya a los alcaldes de elección popular, es clara muestra de indebida intromisión de una de las ramas del poder en otras y un desconocimiento abierto de la división de poderes sobre los que descansan los principios de la democracia. Ojalá el nuevo mandatario tenga la sabiduría de controlar aquellos brotes de expresiones omnímodas de poder, que sepa escuchar y la sensatez de escuchar consejo. De lo contrario estará dando agigantados pasos en retroceso a su aspiración de un país sólidamente democrático.

Aquí, el mayor favor que le puede hacer la sociedad civil al nuevo mandatario es reiterarle que el catálogo de derechos humanos, al que se ha comprometido el Estado colombiano, no es solamente su norte como garante sino también su talanquera frente a cualquier desmán de poder.

La copiosa votación que respaldó al presidente electo no es un pagaré en blanco. La primera línea social tiene vocación de permanencia sino se olvidan las promesas de campaña, o se desdibuja el camino para alcanzar las necesarias reformas estructurales que nos posibilite una sociedad más igualitaria. El gran reto del nuevo mandatario y de la sociedad que lo acompaña será la coherencia.