Carta al Hijo

28 Abril, 2018

Por ERNESTO LUCENA

Hijo:

Hijo, estás en el momento en que tienes que forjar tu futuro. Acudir a la razón, pero, por sobre todo, a tu corazón e intuición. Ahí es cuando hay que aprender a escuchar a nuestro yo interior y tomar las decisiones sin exceder en razones.

Estás en la búsqueda de un propósito de vida. Eso lleva a una crisis existencial. No olvides que una
crisis debe tomarse como una oportunidad para algo nuevo, y existencial, como el principio en el que todo pensar debe fundarse en la existencia misma del hombre ¿Quién soy? ¿Qué soy?
Hijo, busca el camino que te indique tu corazón, hazlo con alegría, con gozo, con entusiasmo; siempre y cuando sea el tuyo.

Los peores enemigos son el ego y la ignorancia. El ego te está permanentemente invitando a ser
poderoso, no por lo que eres como ser, sino por lo que puedas poseer. De ahí surgen la inseguridad, el miedo y los temores, la codicia, los deseos excesivos, las ansias de poder, el afán de manipular a los demás. Todo esto produce placer, claro está, pero no solo es efímero, sino que termina dejando insatisfacción y sentimientos de profunda soledad. Es un círculo infernal del que es muy difícil salir, pues se convierte en una adicción patológica. Es la enfermedad del ego individual y colectivo.

Somos víctimas de ciertos pensamientos y opiniones que nos llevan a cometer excesos, pues llega un momento en el que se fusionan con el Yo, se vuelven tu propia personalidad, se apoderan de ti, son una máscara prestada, una alienación, o sea, la pérdida de tu personalidad e identidad. Sucede con las ideologías, las religiones, las sectas y hoy incluso con la tecnología, pero también, con el dinero, la fama y el poder que conducen más a la degradación del hombre que a su liberación y realización.

¿Cómo salir? La fórmula es trascender el ego, o sea, dejar de identificar tus pensamientos, opiniones o mente con tu ser real y dejar que lo que eres aflore espontáneamente.

Ese proceso debes superarlo teniendo conciencia de tu ser y de que el ego es tu enemigo. Esto afectará tu mundo “real” competitivo, de ansias de poder, de protagonismo, de figuración, etc. ¿Estás dispuesto a pagar ese costo? ¿Renunciar a lo que te ordena el ego individual y el ego colectivo estimulados por un sistema consumista en donde vale más tener que ser? ¿Ser el extraño, el diferente, el raro? Cada quien lo decidirá. El solo hecho de hacerte estas preguntas es el principio de una toma de conciencia para que prime la armonía en tu mundo interior. Cada vez que renuncies a uno de los patrones de comportamiento que te impone el yo individual y colectivo, crecerás más como persona, averíguate a ti mismo, ¡cómo te sientes! Qué sucede en tu mundo interior.

Esos comportamientos a los que te parece imposible renunciar, porque el ego se opone, son el alimento de una falsa identidad, reafirman lo que no eres, como por ejemplo: la excesiva necesidad de reconocimiento; hablar por hablar sin contribuir a resolver nada; preocuparse sin fundamento por el qué dirán; tratar de impresionar a los demás con las posesiones materiales, por el aspecto físico, la inteligencia o la posición social; sentirnos ofendidos por nimiedades; reaccionar airadamente o en forma desproporcionada contra algo o alguien; pretender tener siempre la razón, en fin, aparentar lo que no somos. Cuando tomes conciencia de que nada de esto produce auténtica armonía y lo dejes de hacer, tendrás la respuesta. Si vives momentos de trascendencia, alcanzaste la conciencia y te estarás acercando a la armonía interior. Si no lo hiciste a conciencia, el ego lo celebrará y seguirás sonámbulo por la vida sin lograr el despertar.

Para tomar conciencia necesitas de la quietud, tener espacio para estar más allá de tus pensamientos y del ego, más allá del pasado y del futuro. La quietud puede darse cerca de la naturaleza, integrándote a ella, o en tu habitación, incluso entre el tumulto, siempre y cuando tengas conciencia de lo que quieres.

Cuando se logra tener esa conciencia actuarás sin esfuerzo, naturalmente. Es un clic que cualquier
mañana al despertar o bajo la ducha, en cualquier parte y momento, produce un rompimiento con
nosotros mismos y algo nos impulsa a tomar una decisión de cambio con el pasado o el propio presente.

Vemos algo nuevo, algo que queremos realizar con una fuerza superior a la que estamos
acostumbrados. Abandonamos el temor a perder la seguridad de las cosas externas. Llega la
incertidumbre, no importa, disfrútala; aparecerán posibilidades que nunca habías visto. El temor que impide tomar decisiones dejará de dominarte.

Tú has manifestado algunos deseos sobre cosas que quisieras hacer y que tienen mucha importancia para tu vida. Observo, cuando me lo dices, que son impulsos movidos por una incertidumbre existencial.

Eso está bien, sé que te nace, que no es premeditado ni calculado. Es algo que tu ser te está
reclamando. También sé que si no te decides es porque tu inconsciente no te permite arriesgar tu
seguridad en muchos campos. Pero, ¿qué es más importante, esa clase de seguridad o superar la
incertidumbre? Por eso te digo, atrévete y arriésgate a ser tú mismo.

La cultura dominante que te rodea, es la que favorece y estimula tu ego. Entonces hay que comenzar un proceso de cambio interior, hay que resistirse a esas corrientes culturales, sociales y económicas a través del estudio, deporte, meditación, atención, comprensión, cooperación, solidaridad, positivismo, humildad, gratitud y amor; sería la ética de la resistencia al egoísmo, la ignorancia y la maldad del mundo. Actuar con moderación y autocontrol, reír, bromear y jugar, acariciar y abrazar son también formas de resistir a esos demonios.

Tu generación y muchas otras son prisioneras del ego, lo importante es que sepas más temprano que tarde que tu ego te estará asechando. El ego no se cansa, nosotros sí. Hay que luchar contra la
insatisfacción, depresión, soledad, ansiedad, angustia, suicidio, drogadicción, promiscuidad, neurosis, etc… que nos deja el ego.

Hijo, hay un aliciente que nos sirve para alcanzar las metas que nos proponemos en la vida: es la
necesidad de reconocimiento. No debemos confundirlo con el ego, pero hay que controlarlo, ya que puede convertirse en una desoladora vanidad.

He aprendido una lección en mis ya largos años de vida, y es que la experiencia no se transmite a los hijos ni a nadie, sino de manera muy marginal. Pero también sé que sí se transmite el conocimiento para que cada uno lo aplique a su propia experiencia.

Ojalá, pronto llegue una “nueva tierra” de la que ya algunos hablan. Lo importante es no perder el
camino de esta filosofía de vida: ser auténticos.

Nada en la vida, ni la propia vida, tiene sentido si no hallamos en ella un mínimo de armonía, gozo,
gratificación y felicidad. ¡Adelante, hijo! ¡Atrévete a ser feliz! Besos. Papá