Carta abierta a Esperanza Castro

29 Septiembre, 2022

Por ADRIANA ARJONA

En 2016, tras la elección de Trump como nuevo presidente de Estados Unidos -lo cual convertía a su esposa Melania en Primera Dama- le dio la vuelta al mundo un controversial post en Facebook de la Directora de la Corporación de Desarrollo del Condado de Clay que decía: “Será refrescante tener una Primera Dama elegante, hermosa y digna en la Casa Blanca. Estoy cansada de ver a un simio en tacones”.

Aquella vez, cuando leí la noticia, no me sorprendió el comentario viniendo de una persona que hace parte de un país en donde un porcentaje importante de la población sigue creyendo en la supremacía blanca y no siente vergüenza de su larga historia racista.

Simio. Cuánto odio e ignorancia encarna el uso de esta palabra para referirse a una persona. Cuántas ganas de lastimar y ofender. Qué exorbitante el sentimiento de superioridad frente a otro ser humano.

El pasado lunes 26 de septiembre fuimos testigos de una escena igualmente lamentable protagonizada por usted, Esperanza, durante la marcha contra la reforma propuesta por el actual presidente. Ese día se le vio bastante alterada cuando, al referirse a la vicepresidenta, dijo: “El simio ese, que porque puso un millón de votos se cree la verraca del paseo. Pobre simio, los simios gobernando”. Lo dijo frente a cámara. Lo dijo y lo repitió. Lo dijo y explicó que se refería a Francia Márquez, para que no quedara duda de quién era el objetivo de su tremendo insulto.

Cuando usted respondía a las preguntas de la periodista, que no daba crédito a sus oídos, se veía en su gesto la altivez  y el orgullo de quien se cree dueño de la verdad; se evidenciaba en su cara la suficiencia de quien se considera mejor que la persona contra la cual se desbanda; se le observaba enraizada en un pensamiento retrógrado e inhumano, el mismo que ha llevado a este país -y al mundo- a la perdición.

Puso usted de ejemplo a Alemania y sacó a relucir las dificultades que debió enfrentar ese país para re unificarse tras el comunismo. Pero ¿ha reparado en el esfuerzo que le significó a Europa y al mundo entero levantarse después de la Segunda Guerra Mundial, cuando el odio, la xenofobia y el extremismo llevaron justamente a Alemania a la exterminación de judíos, negros, gitanos, homosexuales y enfermos mentales? ¿No fue demasiado el dolor que causó el asesinato de 6 millones de personas solo porque alguien estaba convencido de pertenecer a una raza superior? ¿Cree usted, Esperanza, que hace parte de un selecto grupo de seres humanos con cualidades extraordinarias? Siendo de un país en el que hubo mezcla entre españoles, negros e indígenas, ¿se considera usted de “raza pura”? ¿Cree que existe tal cosa como la supremacía blanca? Sería hermoso ver el resultado de su examen de ADN. Pagaría por ver su expresión cuando la ciencia le demostrara que usted, al igual que yo, es cualquier cosa menos blanca. Lo sabría si hubiera puesto tan solo un poco de atención a la clase de historia. Y si su alma no estuviera contaminada por el desprecio comprendería que no existe un ser mejor que otro. 

A pesar de que suelta frases con tan poco fundamento y exceso de crueldad, se atreve usted a hablar de educación y a cuestionar la de Francia Márquez. “¿Qué educación puede tener un negro? Los negros roban, atracan, matan, ¿qué educación tienen?”. Lamento decirle que usted, Esperanza, estudió pero no aprendió. Y estoy segura de que la universidad de la cual se graduó se sentirá decepcionada y dolida al saber que una de sus egresadas se expresa de otras personas de la manera en que usted elige hacerlo. Lo más triste de todo es que no se da cuenta de que con sus insultos quien se degrada no es nadie diferente a Esperanza Castro.

El veneno que la habita se desbordó por su boca hasta el punto de hacerla pronunciar palabras ponzoñosas y hasta criminales. “Con un comunista no hay que pelear, un tiro en la mula y pa´l río”. Según usted, alguien debe asesinar y arrojar al río al presidente “comunista”, elegido democráticamente por 11 millones de colombianos (por cierto, la votación más alta en la historia del país). No es nuevo escuchar este tipo de comentarios. “Plomo es lo que hay”, gritaba energúmeno un colega suyo, al que tampoco le importó hacer apología a la violencia en público. Como si no hubiéramos tenido suficiente. Como si tantas muertes no nos hicieran entender que demasiada gente ha perdido la vida a manos de los violentos.

Con un odio tan recalcitrante como el suyo, con el desprecio que emana, y sabiendo que hay muchos en Colombia que le hacen eco a su ideología, cuesta creer en un cambio y es difícil imaginar que superaremos nuestras diferencias. 

Esperanza. Qué ironía que así la hayan llamado al nacer. Al verla, al oírla, es difícil mantener vivo su nombre en nuestros corazones.