Cuando en el año 2015 defensores de animales logramos la que hoy es la Ley 1774 de 2016, creí que era lo máximo por este logro, el cual defensores de animales luchamos por muchos años para hacerlo realidad, pero con el tiempo encontré que no era así, que su implementación y desarrollo sería sin duda el gran reto como país, movimiento y como lucha personal.
A hoy no se cuenta con lineamiento nacional de función pública que permita actualizar el Estado para incorporar a los animales como “Seres Sintientes” en nuestra sociedad, por lo que en lo práctico siguen como si fueran cosas, lo que contrasta con valiosos pero insuficientes avances territoriales que requieren articulación y fortalecimiento desde la línea nacional.
Por lo que desde el mismo año 2016 me propuse recorrer el país identificando las problemáticas de los animales, pero lo más importante construir soluciones con la ciudadanía y autoridades, reconocer realidades territoriales y de las administraciones en función pública para lograr ejercer el mandato del “Deber Constitucional Reforzado de Protección a los Animales en Colombia”.
Es así como en la última gira que he decidido llamar “Colombia Libre de Maltrato Animal”, solo a manera de ejemplo de los últimos departamentos recorridos sorprende:
- En Boyacá el atropellamiento de animales en las carreteras esta normalizado al punto que la familia que atiende el negocio de comidas solo dice: “atropellaron uno mas” cuando ven morir agonizando en el intento de atravesar la vía.
- En Huila se levanta una piedra y hay una camada de cachorros caninos o felinos, sumado al caballo que se desgonza en una vía repleta de motos y vehículos, y los ciudadanos que pasan señalan que más carne para la sopa.
- En Tolima los animales en refugios esperando un hogar o una oportunidad de vida mueren sin amor y sin ley, muchas veces tras las rejas donde su único pecado fue nacer.
- Valledupar caninas y felinas preñadas por doquier, caballos que a su cuesta cargan la indiferencia de los ´Valduparenses´. En una de sus principales afluentes hídricas como lo es el río Guatapurí, con animales que en sus huesos muestran claramente el hambre y sed que sufren, pero son espantados con violencia y asco donde no se observa la mínima compasión, lo que contrasta con docenas de personas aplaudiendo la acrobacia de un ciudadano trepado en un árbol para sacar a una culebra de su hábitat como si ella fuera la que invade y no al contrario.
Violencia, pobreza y la cultura de los animales como objetos y no como Seres Sintientes, son una combinación perfecta para ignorar los más de 30 animales que hay en una casa de invasión de la Señora Benilda a quien visitamos y en sus ojos brota la angustia al no saber del futuro de ella, quien será desalojada al día siguiente o en cualquier momento por las autoridades y señala que sus animales son su familia.
En principio uno cuestionaría ¿porqué tiene tantos animales?, pero al ver que su diario en el mejor de los días no supera los $10.000 prácticamente se enmarca en pobreza extrema, ¿cómo exigirle o cómo cuestionarle que no esteriliza a sus animales? ¿qué no los lleve a un servicio veterinario?, cuando ni siquiera sus necesidades básicas como mujer, como persona mayor, como persona vulnerable han sido satisfechas por ella, por el estado o por la sociedad.
Muchas veces nos limitamos solo a juzgarla y en cualquier momento como pasa en muchas partes del país, llega una excavadora a demoler las latas y tablas de su hogar, sin otra opción, más que salir ¿quien sabe a dónde? a buscar sobrevivir y los animales seguramente serán 30 más en las calles de la ciudad.
Esta realidad de país que enmarca a las personas, pero también a sus animales, en un alto índice de vulnerabilidad me ratifica lo importante que es para Colombia reconocer a los animales como parte de la familia, y por supuesto, actualizar la función pública del Estado para activar la institucionalidad de manera transversal y multidisciplinaria con defensores de animales líderes y empoderados para disminuir la brecha de desigualdad, cambiar la cultura de la forma en que los animales son tratados y aprovechar el amor que ellos nos brindan para transformar la sociedad y disminuir los índices de violencia.
Para atender esta realidad urge un Sistema Nacional de Protección a los Animales con Hospitales veterinarios públicos y privados que mitigue y erradique la vulnerabilidad de ellos ante las consecuencias de una sociedad azotada por la violencia, el desplazamiento, la pandemia, la pobreza, la corrupción y la cultura de maltrato y/o indiferencia y así
No podemos ahorrar esfuerzos e invito a los colombianos que aman a los animales para que se activen en un llamado y en una sola voz que promueva el respeto a estos seres vulnerables que en equilibrio con los humanos y la naturaleza para construir la tan anhelada Colombia Libre de Maltrato Animal para compartir hasta nuestros últimos días las enseñanzas, felicidad, alegría y amor que nos brinda un animal.