Una gran amiga, a quien considero mi hermana, compartió conmigo un par de pantallazos de una conversación por Whatsapp que sostuvo con un hombre a quien conoció en su juventud, cuando los dos hacían parte del coro de la UNCOLI, y que reapareció en su vida recientemente.
Me impactó el tono del chat, relacionado con la marcha de los opositores que se manifestaron contra Petro y sus políticas. En pocas líneas una charla sobre la actualidad nacional escalaba a frases abiertamente intimidatorias.
El hombre arrancaba asegurando que la situación se irá poniendo más difícil, que habrá marchas mensuales, cada vez más multitudinarias, a lo que mi amiga contestó que prefería cuando los opositores decían que se irían del país. “Pues qué vaina! Petro tiene que cumplir con la constitución. Y no le vamos a regalar el país a esos hijueputas petristas”, escribió él y mi amiga le envió el emoticón de una mujer con los ojos cerrados y las manos en mudras de meditación. Fue entonces cuando el hombre dijo: “Si los petristas se ponen muy mamones los borro”. “Uy que susto”, contestó mi amiga y el hombre no tardó en contestar: “O los matamos”. “Uy qué tristeza”, replicó ella y él escribió: “Es que el país no no(sic) lo van a quitar. De ninguna manera. Advertida”.
Encontré extremo, y con la rapidez de un salto cuántico, pasar de borrar a matar a alguien en una misma línea. Y el cierre “advertida” se sintió torvo, siniestro.
Llamé a mi amiga francamente preocupada; quería conocer el contexto de la conversación, a sabiendas de que ninguna explicación justificaría la expresa amenaza que este sujeto profería tanto a los petristas como a mi hermana de la vida.
Mi amiga me amplió la información: este hombre vivió por fuera varios años y regresó al país hace poco tiempo. Él pertenece al grupo de colombianos que decía: “si gana Petro me voy del país”. Pero no se ha ido. Aquí está y es uno de los intolerantes que se desbocan y expectoran este tipo de frases sin ningún miramiento.
Todos los gobiernos tienen oposición. Es normal. Hace parte del ejercicio político. Nadie espera que quienes resultaron vencidos en las elecciones estén de acuerdo con las propuestas y/o proyectos de ley del nuevo mandatario. La oposición es natural, sana y ejerce una veeduría necesaria; es importante que el partido opositor vigile las actuaciones del gobierno y las comunique a la ciudadanía en caso de que estén por fuera de la ley o resulten contrarias a los intereses de la mayoría.
Hasta el momento, los opositores han gozado de todos los espacios para expresarse y han ejercido libremente su derecho a manifestarse “pacíficamente”. Lo pongo entre comillas porque no sé qué tan pacífico sea salir a las calles para decir frente a un medio de comunicación que “con un comunista no hay que pelear, un tiro en la mula y pal río”, como lo hizo alias Esperanza Castro (ahora sabemos que su nombre verdadero es Luz Fabiola Rubiano pero, de cualquier forma, su aseveración contribuyó a minar la Esperanza de muchos).
Aunque Petro llegó a la presidencia gracias al voto de la gran mayoría, a pesar de que las propuestas presentadas al Congreso de la República serán estudiadas por los senadores y podrán o no ser aprobadas por ellos en representación de los colombianos que los votaron en elecciones democráticas, pese a que el gobierno y los petristas han respetado el derecho de los opositores a manifestarse, este hombre le aseguró a mi amiga que no le regalarán el país a los petristas. Regalar. El verbo que eligió fue regalar. ¿Acaso Petro no ganó la Presidencia sino que se la regalaron? ¿Acaso el voto de los petristas (y de los que no somos petristas pero votamos por él) no tiene el mismo valor que el voto de los opositores? ¿Qué es exactamente lo que nos están regalando?
Según este hombre, no nos van a regalar el país. Pero uno solo puede regalar lo que le pertenece, así que ¿piensa este hombre que los opositores son dueños de Colombia? ¿Este país es propiedad de aquella fracción que razona y opina como él? ¿Quienes pensamos diferente no somos personas con derechos, dignas y merecedoras de un espacio?
Hace unos años, la campaña del “no” salió ganadora en el plebiscito por la paz gracias a uno de tantos mitos bajos y vacíos: “no le vamos a regalar el país a los terroristas de las FARC”. Tras la firma de la paz y al elegir por cuatro años a un mandatario que no tenía la intención de respetar o implementar los acuerdos, el país quedó en peores manos aún: en las de la corrupción de siempre, en las de las bandas criminales y hasta en manos de narcotraficantes de otro país, como lo es el cartel de Sinaloa. Ahora, cuando Petro gana con la votación más alta jamás registrada en la historia de Colombia y demuestra su voluntad de construir la paz que tanto añoramos al instalar la Comisión de Seguimiento, Impulso y Verificación a la Implementación del Acuerdo así como la Comisión Nacional de Garantías de Seguridad, se oye a tantos decir: “no le vamos a regalar el país a los petristas”.
La indignación de los opositores los hace sentir con el derecho a borrarnos. Es tal la irritación de algunas de estas personas incapaces de asumir con dignidad su derrota, que ahora promueven las mismas actitudes violentas que tanto terror les causaban. “Un tiro en la mula y pal río”. “Los borro o los matamos”. ¿Es mejor la aniquilación si proviene de ustedes? ¿Es aceptable esta postura? ¿Qué los diferencia entonces de cualquier otro criminal? ¿Qué los hace superiores? ¿En dónde se origina su grandeza? ¿Dónde nace su sentimiento de superioridad moral?
Resulta aterradora la ligereza con la que algunos manejan el lenguaje. Estremece ver cómo ciertas gentes cultivan la intolerancia hasta el punto de normalizar la idea de asesinar al que les incomoda, al que les resulta inconveniente, al que no piensa de manera idéntica. Causa dolor ver cómo un chat entre “amigos” puede convertirse, en dos pantallazos, en una amenaza de muerte. Habla, ciertamente, de la pequeñez de algunos seres humanos, de la muerte del pensamiento crítico y, por tanto, del diálogo verdadero. No me gustas: pum, acabo contigo.
¿Cómo recomenzamos? ¿Cómo vamos a restaurar esta cultura deformada por décadas de educación parcializada? ¿Cuándo nos reencontraremos si negamos de manera permanente al otro? ¿Cómo nos despojaremos de las emociones tristes de las que hablaba Spinoza, como el rencor, el odio y la sed de venganza? No habrá paz si no logramos dar respuesta a estas preguntas.
Sin entender muy bien cómo lograremos la unidad, me dirijo ahora al hombre que chateó con mi amiga: usted se equivoca si cree que puede ir por la vida profiriendo amenazas de muerte contra los petristas, contra mi hermana o contra cualquier ser humano. Usted pone en evidencia su bajeza y mala índole al decir que nos matará si nos ponemos “muy mamones” (entre otras, ¿qué es ponerse muy mamón?). Usted cae en una actitud delictiva al emitir ese tipo de mensajes. Y usted será la persona a la que denunciaré si algo llega a pasarle a mi amiga. Advertido.